El debate sobre el salario mínimo

El debate sobre el salario mínimo es uno complejo que da mucho de qué hablar. Los empleados, siempre querrán mejores oportunidades económicas, mientras el sector empresarial hará todo lo que esté en su alcance para controlar sus costos, ambas posiciones son entendibles. En un mundo perfecto, la teoría económica pondría fin a esta batalla, brindándonos las herramientas para determinar el salario óptimo para cada trabajador en cada industria.
Lamentablemente no vivimos en una utopía, vivimos en un mundo en el que los economistas llevan décadas debatiendo si el salario mínimo realmente es necesario, cuánto debe ser y a qué nivel comienza a crear inflación, quebrar negocios y destruir oportunidades de empleo.
Este secretario no tiene todo el conocimiento teórico, ni el entrenamiento matemático de los economistas, contables y analistas que han estado hablando sobre este asunto recientemente. Por lo tanto, en esta columna no les podré dar una contestación exacta sobre cuánto debe ser el nuevo salario mínimo, ni qué tan rápido nos debemos mover a él. Lo que si tienen este secretario es experiencia de vida y esta me ha enseñado que cuando un asunto parece no tener contestación, muchas veces el problema es que estamos haciendo las preguntas equivocadas.
En este caso particular me parece que debemos pasar de preguntar ¿cuánto debe ser el salario mínimo en Puerto Rico? a ¿qué estamos dispuestos a sacrificar y cambiar como sociedad para que todos nuestros trabajadores tengan un salario digno?
En un esfuerzo por simplificar el asunto, diría que los trabajadores a tiempo completo deben como mínimo tener los recursos para adquirir comida saludable, plan médico, transportación, vivienda cercana a su lugar de empleo y herramientas tecnológicas de comunicación, trabajo y educación (celular, internet y computadora). Estas personas también deberían tener la capacidad económica para ahorrar un poco cada mes, ya que esto es vital para la movilidad social y el desarrollo de una familia.
Me parece que la mayoría de los puertorriqueños estarán de acuerdo con este último argumento. Ahora bien, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar y cambiar para que esto ocurra de manera sustentable?
Por ejemplo, aumentar el salario mínimo a $12 o $15 la hora significaría el fin de muchas pequeñas y medianas empresas, la gran mayoría de capital local. No hay que montar un modelo económico para saberlo. ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos todos para brindarles un salario digno a la fuerza trabajadora?
El aumento paulatino en salario implicará que los empleados tendrán que cada vez tener más destrezas para poder ser contratados. Un ejemplo sencillo es que antes servirte un café lo hacía cualquiera, ahora requiere un entrenamiento y destrezas adicionales, para añadirle valor al producto y que al negocio le sea viable vender esa bebida. Si bien le vamos a exigir más destrezas a los empleados, es importante, que el patrono invierta en adiestrar y proveerle las herramientas necesarias para que este empleado pueda cumplir su rol. Sencillamente, no toda la población podrá acoplarse a estos cambios, ¿cómo vamos a atender el bienestar económico, mental y de salud de esta población?
Además de lo expuesto en esta columna, es imperante que el gobierno y el sector privado dirijan sus esfuerzos en la misma dirección, de lo contrario, no hay salario que dé, si la luz, el agua y las telecomunicaciones son caras, si la transportación pública, la educación y la salud son deficientes. Debe ser compromiso de todos atender este asunto con seriedad, es la única forma de combatir la pobreza y la desigualdad responsablemente.
Hay mucho más que quisiera decir, pero el espacio me traiciona. Así que resumo diciendo, el salario mínimo debe ser uno que les permita a los trabajadores vivir en nuestra sociedad y que se ajuste automáticamente a la inflación para que no dependa de vaivenes políticos y no ponga a empresas empáticas en desventaja con sus competidores. Pero aumentarlo de manera sustentable no es tan sencillo como firmar una ley. Para que esto funcione debe ser un aumento paulatino y tenemos que reformar nuestras instituciones de enseñanza, modelos de negocio, nuestros centros urbanos, los programas de ayuda social y reentrenar a toda una fuerza trabajadora